jueves, agosto 20, 2020

RECORD DE CONTROL DE FLUJO DE AGUA EN REPRESA "TRES GARGANTAS"" -CHINA

 

La presa de las "Tres Gargantas", ubicada al centro de China, en la provincia de Hubei, está siendo sometida desde el miércoles a pruebas de flujo de agua entrante récord desde su construcción en 2003.
De acuerdo con el Ministerio de Recursos Hídricos, el flujo entrante comenzó a alcanzar los 72,000 metros cúbicos por segundo desde el mediodía del miércoles ya que las intensas lluvias aún dominan las afluentes aguas arriba del río Yangtsé.
Se pronostica que el jueves el flujo de entrada de agua se incremente aún más, alcanzando los 75,000 metros cúbicos por segundo.



LAS VACUNAS CONTRA EL COVID 19 Y LA GEOPOLITICA

 

La vacuna contra el coronavirus, una nueva arma geopolítica

La carrera por desarrollar la vacuna contra la COVID-19 puede provocar que los gobiernos la distribuyan de forma prematura y crezca la rivalidad entre ellos para suministrarla primero a sus propios ciudadanos. ¿Se convertirá en una nueva moneda de poder como el petróleo o las armas nucleares?

Pero entonces, por otro lado, China tenía un problema diferente: no había suficientes casos de COVID-19. Sus draconianas medidas de confinamiento habían aniquilado el virus con tanta eficacia que los médicos no pudieron encontrar pacientes para probar completamente su vacuna. Estados Unidos tuvo mucho contagio, pero las tensiones entre los dos países significaron que ninguna vacuna china para la COVID-19 se probaría en suelo estadounidense. 

Por eso, en junio, Sinovac llegó a un acuerdo con un centro de vacunas brasileño, el Instituto Butantan en São Paulo (Brasil), para realizar un gran ensayo con unos 9.000 sanitarios allí. Para Brasil, muy afectado por la COVID-19, el estudio era un claro quid pro quo. Butantan pagaría el ensayo y reclutaría a los voluntarios. A cambio, Sinovac se ha comprometido a suministrar a Brasil 60 millones de dosis de vacunas y a dejar que fabrique también más suministros. 

Brasil puede llevarlo a cabo porque, desde la década de 1980, ha protegido cuidadosamente su capacidad para estudiar, fabricar y envasar vacunas en Butantan y en un segundo centro cerca de Río de Janeiro (Brasil). "El programa nacional de inmunización de Brasil tiene como meta la autosuficiencia", afirma el médico de enfermedades infecciosas de Butantan que dirige el estudio, Ricardo Palacios. 

La gente de todos los países del mundo pronto estará reclamando las vacunas contra la COVID-19. Estados Unidos ya ha gastado más de 5.000 millones de dólares (4.222 millones de euros) para que los fabricantes de medicamentos produzcan vacunas en su territorio, a través de la iniciativa gubernamental llamada Operation Warp Speed. China tiene una lista de candidatos propios y ha aumentado la inversión en la biofabricación. Pero otros países, especialmente en Europa, a lo largo de los años han vendido o cerrado los centros estatales de fabricación, han dejado que se fueran los expertos nacionales, han perdido interés o dependen de los vecinos para la fabricación y envasado de las vacunas.

Un amplio suministro de una vacuna contra la COVID-19 podría convertirse en la moneda de poder geopolítico, como lo son actualmente el petróleo y las armas nucleares. Los gobiernos contarán con eso para poder reactivar las economías y asegurar la estabilidad política. Las alianzas ya están cambiando, impulsadas por los países que pueden crear las vacunas, probarlas, fabricar muchas cantidades de sus ingredientes y realizar el "llenado y acabado" de las dosis. El resto del mundo observa con inquietud y miedo de quedar indefenso ante la mortal pandemia.  

Comienza el regateo

La carrera hacia las vacunas contra la COVID se ha acelerado a una velocidad sin precedentes. En julio, se demostró que varios candidatos, incluido el de Sinovac, protegían a los monos y resultaron seguros en las pruebas iniciales en personas; la siguiente fase de ensayos clínicos mostrará si funcionan para crear la inmunidad. Los expertos creen que necesitaremos varias vacunas, no solo una, y es probable que los suministros estén muy limitados al principio. Es por eso que ya existe una rivalidad nunca antes vista entre los países para asegurar las dosis. 

Detrás del escenario, ya ha comenzado el regateo por el acceso a las vacunas y todo está sobre la mesa, destaca el consultor de biotecnología Pierre Morgon, que ha estado trabajando con CanSino, otro fabricante chino de vacunas contra la COVID-19. "Uno se adentra al oscuro mundo del comercio de caballos", admite. Durante la pandemia de gripe H1N1 en 2009, cuando estaba en la empresa farmacéutica francesa Sanofi, Morgon recuerda que los diplomáticos en París (Francia) eligieron qué países deberían recibir los suministros prioritarios. La lista incluía los países que suministraban los productos básicos de los que Francia dependía: gas, petróleo y uranio. "Ni siquiera se intentó disimular un poco", asegura Morgon.

No solo los estados compiten por el acceso, sino también las empresas, los individuos e incluso las bandas criminales que están listas para secuestrar un camión frigorífico. Durante el brote de H1N1, Francia colocó a los miembros de su gendarmería en las puertas de la fábrica de Sanofi. "Cuando hay algo que escasea con una gran demanda, tiene un valor comercial", explica Morgon. "Basta con ver el ejemplo de las mascarillas, con personas que las revenden de varias formas". Los servicios de inteligencia occidentales alegan que Rusia ya ha usado un equipo de hackers conocido como Cozy Bear para sacar los secretos sobre las vacunas de los servidores de Reino Unido y Estados Unidos.

En Estados Unidos, la administración Trump tiene como objetivo conseguir para enero 300 millones de dosis de una vacuna segura y eficaz, algo que ha querido garantizar mediante acuerdos de precompra. Cuando anunció el pago de 1.600 millones de dólares (1.350 millones de euros) a la empresa de biotecnología Novavax que no tiene vacunas en el mercado (el dinero es para fabricar una), el Departamento de Sanidad y Seguridad Social especificó que "el Gobierno federal tendrá 100 millones de dosis de vacuna en investigación" que se espera que sean los resultados de los contratos. Las implicaciones: será para los estadounidenses primero.

Un acuerdo igualmente arriesgado de compra anticipada de Estados Unidos con Sanofi de París (arriesgado porque no se garantiza que ninguna vacuna funcione) creó una brecha diplomática con Francia. El CEO de Sanofi, Paul Hudson, afirmó que EE. UU. "tenía derecho al mayor pedido por adelantado porque ha invertido en asumir el riesgo". Las autoridades francesas calificaron esa explicación de "inaceptable" y destacaron que una vacuna debería ser "un bien público mundial" y que "el acceso igualitario a la vacuna para todos no es negociable". De manera similar, en junio Médicos sin Fronteras, la ONG internacional, emitió una enérgica declaración contra las "medidas de almacenamiento nacionalistas", subrayando que "la solidaridad mundial debería ser primordial". 

La alianza de vacunas Gavi, una organización sin ánimo de lucro, que tiene su sede en Ginebra (Suiza) y compra las vacunas para los países pobres, está recaudando 2.000 millones de dólares (1.688 millones de euros) para hacer sus propios acuerdos de compra anticipada de vacunas contra la COVID-19 para que todos reciban suministros al mismo tiempo. "Hemos notado el peligro de que las vacunas fueran adquiridas por los países ricos y que no habría suficientes para el resto del mundo", afirma el director ejecutivo de Gavi, Seth Berkley. 

"Entiendo que los gobiernos tratan de proteger a sus ciudadanos, pero lo que pasa es que nadie estará seguro a menos que todos estén a salvo", resalta. "Si las epidemias siguen arrasando en el resto del mundo, no se puede volver a la normalidad, no se podrá viajar, hacer turismo, no se va a tener un respiro de la crisis económica". 

Mejor que intentar inmunizar a todos en algunos países primero, según Berkley, sería distribuir las dosis iniciales para vacunar a una parte de la población de cada país. Si hay 2.000 millones de dosis disponibles en 2021, como prevé, todos los países podrían vacunar al 20 % de su población, incluidos los sanitarios, los que están en mayor riesgo y los posibles "superpropagadores" como los reclusos, personas en campos de refugiados y trabajadores en las instalaciones de envasado de carne.  

La realidad podría ser un poco diferente, opina el abogado de Bass, Berry & Sims, especialista en ensayos de vacunas, Clint Hermes. "Puede que no sea justo que algunos países compren antes que otros, pero eso es lo que probablemente suceda", sostiene Hermes. "No creo que nadie espere que Estados Unidos envíe la vacuna a Angola antes de que llegue a Arkansas (EE. UU.). El verdadero reto con el acceso equitativo es cómo hacer que funcione. Los especialistas en ética pueden sentarse en una sala y decidir quién obtiene qué y en qué orden, pero nada de eso importa a menos que haya un mecanismo de financiación".

La gran apuesta

Por ahora, no hay pruebas de que ninguna vacuna funcione, por lo que todas las apuestas implican riesgos. Al inicio de la pandemia, Estados Unidos y las organizaciones sin ánimo de lucro respaldaron en gran medida las tecnologías avanzadas que generaron candidatos rápidamente, pero que nunca habían dado lugar a una vacuna aprobada ni se han producido a escala. Estos esfuerzos incluyen la vacuna de ARN que está desarrollando Moderna Pharmaceuticals y la inyección de ADN de Inovio Pharmaceuticals; ambos intentan transmitir directamente la información genética sobre el virus a las células de una persona. Desde entonces, Estados Unidos también ha financiado a Johnson & Johnson, que utiliza un enfoque más convencional. 

Morgon lo compara con una carrera en la que hay "un avestruz, un caballo y un perro" en la puerta de salida. "Habrá que apostar por cada tipo de animal", subraya.

En Brasil, el presidente de extrema derecha Jair Bolsonaro, a veces llamado el "Trump Tropical", se burló de que el virus era un simple resfriado, cesó a su ministro de Sanidad y afirmó que el medicamento contra la malaria, la cloroquina, lo curó cuando contrajo la COVID-19 en julio. En vez de pasar por el Gobierno federal, el ensayo en Brasil de la vacuna china está siendo financiado por el gobernador del estado más rico del país, São Paulo, João Doria, y rival de Bolsonaro, que tiene los ojos puestos en el palacio presidencial.

La vacuna de Sinovac utiliza un enfoque probado y verificado — virus que se inactiva químicamente o se mata — y Palacios asegura que Brasil estará equipado para fabricarla localmente cuando se remodele una línea de producción. Berkley, por eso, ve una situación de "tortuga y liebre" en la que los enfoques convencionales podrían llegar primeros al mercado o generalizarse antes.

A pesar del intenso foco en una vacuna, a algunos les preocupa que esa sea una prioridad equivocada. El antiguo investigador del VIH y empresario de la biotecnología, William Haseltine, cree que se deberían dedicar más esfuerzos a los medicamentos antivirales, a la estrategia que finalmente logró controlar el sida. Eso, según él, daría tiempo para crear una vacuna cuya seguridad esté comprobada completamente antes de intentar vacunar a miles de millones de personas. 

"No estamos en una situación habitual para el desarrollo de vacunas, porque existe mucha presión política y económica para encontrar una solución al problema", opina Haseltine. "Si lanzamos una vacuna cuya seguridad no está completamente comprobada y tiene efectos secundarios desagradables, habrá que pagar por esas vacunas durante años, lo que costaría cientos de millones de vidas".

Ciencia a prueba

Este verano y otoño, las empresas y los investigadores deberían empezar a obtener datos sobre si las vacunas en desarrollo realmente protegen a las personas contra la infección por el coronavirus, o al menos contra sus peores efectos. 

Estados Unidos ha redirigido una red financiada con fondos federales con sede en el Centro de Investigación del Cáncer Fred Hutchinson en Seattle (EE. UU.), que había estado probando las vacunas contra el VIH, para, en cambio, reunir pruebas sobre cinco vacunas contra la COVID-19 en grandes ensayos de 30.000 personas cada una. Las empresas chinas, sin suficientes casos domésticos, están realizando sus estudios en Canadá, Brasil y en otros lugares.

El virólogo de Fred Hutchinson que en julio fue elegido por la operación Warp Speed para dirigir los ensayos en EE. UU., Lawrence Corey, explica que la búsqueda de vacunas se está moviendo rápidamente porque los científicos han estado "planeando el éxito". En vez de esperar la prueba final de la efectividad de una vacuna, por ejemplo, las empresas están utilizando los fondos del Gobierno de EE. UU. para ampliar ahora la fabricación. "El aumento de la escala de los estudios es extremadamente rápido, mucho más que en cualquier ensayo en el que haya participado antes", destaca el médico de la Universidad de Harvard (EE. UU.) Boris Juelg que se encuentra entre los que han cambiado sus esfuerzos a los ensayos contra la COVID-19. 

Un peligro actual es que los gobiernos presionarán para lanzar una vacuna prematuramente. En EE. UU., por ejemplo, la Administración de Alimentos y Medicamentos había aprobado la cloroquina para tratar la COVID-19, pero unas semanas más tarde dio marcha atrás, después de que se había hecho evidente que el medicamento no funcionaba. Para entonces, India había bloqueado las exportaciones de sus materias primas, Estados Unidos había gastado millones en provisiones inútiles y el presidente de Brasil había ordenado al ejército que fabricara grandes suministros del medicamento. "Espero que las vacunas sean menos caóticas y mucho más implacables", destaca Hermes, el abogado de vacunas.

Un peligro actual es que los gobiernos presionarán para lanzar una vacuna de forma prematura

Otra preocupación consiste en que la evidencia a favor o en contra de una vacuna podría torcerse. Una porción considerable de la población ya sospecha que las vacunas son parte de un complot. Las encuestas de EE. UU. realizadas este verano muestran que aproximadamente una cuarta parte de los encuestados aseguran que rechazarían una vacuna contra el coronavirus.

Los esfuerzos también corren el riesgo de quedarse atrapados por la política. En julio, el presidente Trump comunicó que Estados Unidos saldría de la Organización Mundial de la Salud, el organismo que tiene un papel importantísimo en establecer estándares comunes, como en qué tipo de ratón probar las vacunas. La Casa Blanca también ha atacado a su propio virólogo principal, Anthony Fauci, cuyo instituto financia las pruebas de vacunas.

Desde el comienzo de la pandemia, el rápido intercambio de información ha sido un arma clave contra el virus. Fue la publicación de la secuencia genética del germen en enero por los científicos chinos lo que dio inicio a la carrera por las vacunas. Después de eso, los médicos europeos inundaron las revistas académicas con descripciones de casos y trucos que habían aprendido para gestionar esta enfermedad grave. En el caso de las vacunas, ya sea que se originen en China, Estados Unidos o Reino Unido, compartir datos será crucial para que los investigadores puedan comparar sus observaciones. 

Podrían, por ejemplo, aprender a descubrir si alguien ha desarrollado inmunidad al virus midiendo el nivel de anticuerpos o de ciertas células inmunes en la sangre. Si lo logran, la tercera o cuarta vacuna que llegue al mercado podría obtener aprobación basándose únicamente en los biomarcadores. No será necesario esperar un año, como para un ensayo típico de una vacuna, para saber qué proporción de personas que habían recibido la vacuna se enfermaron posteriormente. 

Para Corey, de Fred Hutchinson, resulta probable que la participación de grandes multinacionales como AstraZeneca y Merck sirva como un baluarte contra la politización de la investigación y del suministro de vacunas. Durante la crisis del ébola, la vacuna ganadora fue creada en Canadá, vendida a Merck, financiada por EE. UU. y probada en Guinea, bajo la coordinación de la Organización Mundial de la Salud. Ahora se fabrica en Alemania. Berkley destaca: "Eso no se puede definir de forma nacionalista, ¿cómo lo definirías?"




SITUACION DE LOS ESTADOS UNIDOS FRENTE A LA EMERGENCIA POR EL COVID 19

 ARTICULO DEL MIT TECHNOLOGY REVIEW SOBRE LA ACTUALIDAD EN EEUU POR EL COVID19

La gran cantidad de personas que ya han contraído el coronavirus en EE. UU. ha comenzado a frenar la propagación de la enfermedad en los estados más afectados.
Millones de residentes de Estados Unidos han sido contagiados por el virus que causa la COVID-19 y al menos 160.000 han muerto. Un efecto es que el grupo de personas susceptibles de contagiarse se ha reducido en muchas áreas. Se cree que después de la infección, las personas se vuelven inmunes (al menos durante unos meses), por lo que no transmiten el virus a otras personas, lo que ralentiza la pandemia.
"Creo que la epidemia sustancial en Arizona, Florida y Texas (todos en EE. UU.) creará suficiente inmunidad para ayudar a mantener la COVID-19 bajo control", afirmó el viernes el analista de pandemias de la Universidad de Washington (EE. UU.) Trevor Bedford en una serie de tuits. "Sin embargo, este nivel de inmunidad no es compatible con un retorno total al comportamiento social que existía antes de la pandemia".
Se desconoce el nivel exacto en el que la inmunidad adquirida está desacelerando la tasa de contagio, pero dudas tan importantes como la reapertura de las escuelas y los viajes en avión podrían depender de esa respuesta.
Lo que se sabe es que después de alcanzar un ritmo alarmante a partir de mayo, los nuevos casos de COVID-19 han empezado a disminuir en los estados de la región Sunbelt (cinturón del sol) de EE. UU. como Florida. Una parte de eso podría tener algo que ver con al comportamiento de distanciamiento social, pero el aumento de las tasas de inmunidad también es un factor, según el científico informático Youyang Gu cuyas Proyecciones de COVID-19 se encuentran entre los 34 modelos pandémicos que sigue el Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) de EE. UU.
"La inmunidad podría ser importante en las regiones que muestran ese descenso", destaca Gu. Al menos hasta el otoño, ya que sus modelos llegan hasta esas fechas, "no creo que vaya a haber otro pico" de contagio en los estados del sur, sostiene.
La inmunidad de grupo
Estados Unidos ha ido registrando más de 1.000 muertes por COVID-19 y 45.000 casos confirmados al día. Sin embargo, la otra cara de la rápida propagación es que hay progresivamente menos personas vulnerables a contraer y propagar el virus de nuevo. Los investigadores esperan determinar qué papel podría desempeñar el aumento de la inmunidad de esta población en la gestión de la pandemia.
"Claramente, a medida que disminuye la susceptibilidad, baja la propagación de la enfermedad. Nadie puede decir lo contrario", subraya el experto en estadística que simula la pandemia en la Universidad de Estocolmo (Suecia) Tom Britton. "La pregunta es ¿en qué medida este efecto se debe a la intervención o a la inmunidad? Estoy convencido de que se trata de una combinación de ambas en regiones con brotes muy grandes, como Nueva York [EE. UU.], Milán [Italia], Madrid [España] y Londres [Reino Unido]".
El brote del virus dejará de crecer, incluso sin medidas de control, en cuanto se alcance un nivel denominado la inmunidad colectiva, cuando tantas personas sean inmunes que el virus no puede encontrar nuevos huéspedes suficientemente rápido.
Para el nuevo coronavirus se desconoce el umbral para alcanzar la inmunidad de rebaño. Las estimaciones varían ampliamente: entre el 10 % y el 80 % de la población podría ser infectada, dependiendo de la propagación del virus, pero también de los factores sociales como la cantidad de personas que se suelen juntar.
La inmunidad colectiva, que antes era un oscuro punto de inflexión conocido solo por los epidemiólogos, ha ganado lo que el biólogo de sistemas de la University College London (Reino Unido) Francois Balloux denomina la fama "similar a las Kardashian" y se ha convertido en un pararrayos en los debates políticamente polarizados sobre la reactivación económica. En las redes sociales, algunos comentaristas insisten en que la inmunidad colectiva ya ha llegado, lo que significa que el confinamiento y el cierre de las escuelas no son necesarios. Otros encuentran motivos para dudar de que la inmunidad se consiga sin una vacuna y aseguran que fiarse en esta inmunidad solo puede provocar millones de muertes.
"Parece que existe el grupo de 'ya se alcanzó la inmunidad colectiva' y otro de 'todos vamos a morir'. Lo bueno es que hay un tercer grupo de 'obtengamos los datos y veamos qué significa todo esto'", tuiteó el inmunólogo de la Escuela de Medicina Icahn en la ciudad de Nueva York Florian Krammer.
Lo cierto es que, en Estados Unidos, con una epidemia tan devastadora, se está creando rápidamente la inmunidad natural. Según estima Gu, durante junio y julio 450.000 personas al día se estaban contagiando por el coronavirus en Estados Unidos, las cifras más elevadas desde que apareció la enfermedad en febrero.
Ese número es más alto que el recuento oficial de casos porque incluye una estimación de las infecciones que no se notan, no se sienten o no se registran. En junio, el director del CDC, Robert Redfield, afirmó a los periodistas que la cantidad real de contagiados podría ser muchas veces mayor que la cifra oficial. Por ejemplo, Gu ha calculado que aproximadamente 35 millones de estadounidenses han sido infectados, alrededor del 10 % de la población del país.
El contagio natural también resulta muy eficaz para reducir la transmisión del virus, incluso más que si un número igual de personas se vacunaran. La razón es que el virus ha estado encontrando e infectando precisamente a aquellas personas que, ya sea por comportamiento, circunstancias o biología, tienen más probabilidades de formar parte de la cadena de transmisión.
Pueden ser los estudiantes universitarios en vacaciones de primavera, enfermeras de hospitales o personas que se tocan la cara todo el tiempo. Cualquiera que sea la razón, cuando estas personas se contagian y se eliminan de la ecuación mediante la muerte o la inmunidad, el efecto sobre la pandemia es enorme. En cambio, vacunar a una persona mayor resguardada podría proteger a esa persona, pero hace relativamente menos para detener la transmisión.
"Cuando la enfermedad en sí causa la inmunidad de grupo, lo hace de forma más eficaz que cuando administramos la vacuna al azar", dijo la semana pasada el especialista en simulaciones de la salud pública de la Universidad de Harvard (EE. UU.), Marc Lipsitch, al experto en política Bill Kristol durante una entrevista en podcast. Como resultado, "existe el debate" sobre si la transmisión viral se podría reducir más rápido de lo que generalmente se cree, explica.
Lecciones de Suecia
Fuera de EE. UU., los investigadores también están siguiendo de cerca el papel de la inmunidad de la población en las respuestas nacionales. Suecia, por ejemplo, no impuso un confinamiento estricto y tuvo un gran número de muertes a partir de abril. Desde entonces, en cambio, el número de nuevos contagios ha disminuido. Los líderes de la nación comunicaron la semana pasada que los niños volverían a la escuela sin mascarilla.
"Yo diría que en Suecia no hay duda de que la inmunidad juega un papel importante, más que en otros países", opina Britton. "En la actualidad, esta epidemia se está deteniendo lentamente".
Britton cree que una mejor comprensión de cómo la inmunidad de la población afecta a los brotes podría ayudar a decidir sobre el nivel y la intensidad de las intervenciones sociales. Según su punto de vista, el objetivo es mantener el número de reproducción del virus, llamado R, por debajo de 1, lo que significa que cada persona con el virus contagia a menos de una más. En esas condiciones, el brote disminuye.
"La inmunidad colectiva es cuando todas las restricciones se pueden relajar y todavía se mantiene por debajo de 1", destaca. "Pero la inmunidad no tiene que estar en ese nivel para tener un efecto".
En algunas ciudades, como Nueva York y Miami, los análisis de sangre muestran que el 20 % o más de la población ha tenido el virus. Pero en las regiones aún poco afectadas, como algunos pueblos pequeños o áreas rurales, la población sigue siendo más susceptible. Eso significa que el virus puede y seguirá causando nuevos brotes. Por ejemplo, Luisiana (EE. UU.) tuvo un gran pico en el número de infectados, seguido de una pausa y luego una segunda ola. Esto ocurrió porque el virus golpeó primero a Nueva Orleans (EE. UU.) y luego llegó al resto del estado.
La desigualdad geográfica de la pandemia es una de las razones por las que Britton no cree que Suecia pueda volver a la normalidad todavía. "¿Estaremos protegidos de grandes brotes si se liberan todas las restricciones? La respuesta es no", concluye. "A escala nacional, la inmunidad no es tan alta, podría ser del 20 %. Pero en Estocolmo es quizás el 30 % o el 40 %. Es posible que estemos cerca de la inmunidad colectiva [allí], por lo que podrían relajar un poco más las restricciones".
1 comentario
Me gusta
Comentar
Compartir

jueves, agosto 06, 2020

COVID19- VACUNA DIY (do it yourself) o "HAZLO TU MISMO"

PUBLICACION DE AGOSTO 2020, DEL MIT TECHNOLOGY REVIEW

Un grupo científico de EEUU, autoexperimenta con su propia vacuna contra la COVID-19-Publicacion reciente del MIT Technology Review

El fundador de la empresa de secuenciación de ADN Veritas Genetics, Preston Estep estaba solo en un laboratorio prestado, en algún lugar de Boston (EE. UU.). No tenía el respaldo de ninguna gran empresa, ni reuniones, ni ningún pago de miles de millones de euros del programa de financiación de vacunas contra la COVID-19 del Gobierno de Estados Unidos.

Sin pruebas en animales. Sin aprobación ética. Lo que sí tenía eran los ingredientes para una vacuna. Y a un voluntario dispuesto a probarla. Agitó la mezcla y se la introdujo por la nariz a sí mismo.

Hay casi 200 vacunas contra la COVID-19 en desarrollo y casi 40 se encuentran en diversas etapas de pruebas en humanos. Pero, para lo que parece ser la primera iniciativa de vacuna de "ciencia ciudadana", Estep y al menos otros 20 investigadores, tecnólogos y entusiastas de la ciencia, muchos conectados con la Universidad de Harvard y el MIT (ambas en EE. UU.), se han ofrecido como ratas de laboratorio para recibir tratamientos do it yourself (DIY, hazlo tú mismo) contra el coronavirus. Creen que se trata de su única oportunidad de adquirir inmunidad sin tener que esperar un año o más para la aprobación formal de una vacuna.

Entre los que probaron esta vacuna DIY está el conocido genetista de la Universidad de Harvard George Church, que se administró a sí mismo dos dosis con una semana de diferencia a principios de este mes. Las recibió en su buzón y él mismo mezcló los ingredientes.

Church considera que la vacuna diseñada por Estep, su antiguo estudiante licenciado en Harvard y uno de sus protegidos, es muy segura. El experto detalla: "Teniendo en cuenta la cantidad de maneras posibles para contagiarse y lo variables que son las consecuencias, creo que la propia COVID-19 supone un riesgo mucho mayor", y añade que no ha salido de su casa en los últimos cinco meses. Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de EE. UU. han confirmado recientemente que hasta un tercio de los enfermos con resultados positivos en su prueba de detección de COVID-19 que nunca llegaron a estar ingresados luchan contra los síntomas durante semanas o incluso meses después de contraer el virus. Church subraya: "Creo que la gente subestima y mucho esta enfermedad".

Sin embargo, por muy inocua que pueda ser la vacuna experimental, la cuestión es si protegerá a los que la reciban. Y los investigadores independientes que la están produciendo y compartiendo podrían estar caminando sobre el fino hielo legal, si es que aún no lo han cruzado.

Una fórmula simple
El grupo, que se denomina a sí mismo Rapid Deployment Vaccine Collaborative, o Radvac, se formó en marzo. Estep envió un correo electrónico a algunos de sus conocidos, señalando que los expertos no esperaban tener una vacuna hasta dentro de entre 12 y 18 meses, y se preguntaba si un proyecto DIY podría avanzar más rápido. Creía que ya había "suficiente información" publicada sobre el virus para organizar un proyecto independiente.

Estep afirma que reunió a los voluntarios rápidamente, muchos de los cuales habían trabajado previamente en el Proyecto Genoma Humano, la iniciativa de ciencia abierta creada en 2005 en el laboratorio de Church para secuenciar el ADN de las personas y publicar los resultados online. Estep detalla: "Formamos un grupo central, la mayoría de ellos [desde] mi pelotón favorito para la ciencia ciudadana, aunque nunca habíamos hecho nada parecido".

Para llegar a un diseño de vacuna, el grupo analizó informes de vacunas contra el SARS y el MERS, otras dos enfermedades causadas por otros tipos de coronavirus. Como el grupo trabajaba en laboratorios prestados con ingredientes que pedían por correo, no aspiraban a hacer nada demasiado complicado. El objetivo, según Estep, era encontrar "una fórmula simple con materiales fácilmente disponibles. Eso redujo las ideas a un pequeño número de posibilidades". Destaca que el único equipo que necesitaba era una pipeta (la herramienta para mover pequeñas cantidades de líquido) y un dispositivo de agitación magnética.

A principios de julio, Radvac publicó un libro blanco donde da los detalles de su vacuna para que la copie quien quiera. Hay cuatro autores nombrados en el documento, así como una docena de iniciales de participantes que permanecen en el anonimato, algunos para evitar la atención de los medios de comunicación y otros por ser extranjeros en Estados Unidos con visados.

La vacuna del grupo Radvac es de tipo "subunidad" porque consiste en fragmentos del patógeno, en este caso péptidos, que son básicamente fragmentos cortos de proteína que coinciden con parte del coronavirus, pero no pueden causar la enfermedad por sí solos. Ya existen vacunas de subunidades para otras enfermedades como la hepatitis B y el virus del papiloma humano, y algunas empresas también están desarrollando subunidades para la COVID-19, incluida Novavax, la compañía de biotecnología que este mes ha conseguido un contrato de 1.360 millones de euros con el gobierno de EE. UU.

Para administrar su vacuna, el grupo Radvac decidió mezclar los péptidos con quitosano, una sustancia de las conchas de camarones, que recubre los péptidos en una nanopartícula capaz de pasar la membrana mucosa. El analista de datos con título universitario en Biología que anteriormente era voluntario en el Proyecto Genoma Humano, y que también se administró la vacuna a sí mismo por la nariz, Alex Hoekstra, describe la experiencia como "una solución salina que se hecha por la nariz. No es la sensación más agradable del mundo".

¿Funciona?
Una vacuna nasal es más fácil de administrar que una inyección y, según Church, es una opción que no se ha tenido en cuenta en la carrera de vacunas contra la COVID-19. Señala que solo cinco de las 199 vacunas contra la COVID-19 descritas en su estado de desarrollo se basan en la administración nasal, a pesar de que algunos investigadores consideran que es el mejor enfoque.

Una vacuna nasal podría ofrecer lo que se denomina como inmunidad de la mucosa, o de las células inmunes presentes en los tejidos de las vías respiratorias. Dicha inmunidad local podría ser una defensa importante contra el SARS-CoV-2. Pero, a diferencia de los anticuerpos que aparecen en la sangre, donde se detectan fácilmente, los signos de la inmunidad de la mucosa requerirían una biopsia para ser identificados.

El antiguo director de Vacunas de Wyeth, George Siber, asegura que le dijo a Estep que los péptidos simples y cortos a menudo no generaban una gran respuesta inmunológica. Además, resalta que no conoce ninguna vacuna de subunidad administrada por vía nasal, y se pregunta si sería lo suficientemente potente para tener algún efecto.

Cuando Estep se comunicó con él a principios de este año, Siber también quería saber si el equipo había considerado un efecto secundario peligroso (enhancement) en el que una vacuna puede empeorar la enfermedad. "No es la mejor idea, especialmente en este caso, podría empeorar las cosas. Realmente hay que saber lo que se hace", opina Siber sobre este esfuerzo.

No es el único escéptico. El bioético del Centro Médico Langone de la Universidad de Nueva York (EE. UU.) Arthur Caplan, que vio el libro blanco, considera que Radvac es un grupo de "locos fuera de serie". En un correo electrónico, Caplan que no ve "margen de maniobra" para la autoexperimentación dada la importancia del control de calidad de las vacunas. De hecho, cree que hay un alto "potencial de daño" y un "entusiasmo infundado".

Church no está de acuerdo. Explica que la fórmula simple de la vacuna significa que probablemente sea segura, y afirma: "Creo que el mayor riesgo es que sea ineficaz".

Por el momento, el grupo no puede asegurar si su vacuna funciona o no. No han publicado resultados que muestren que la vacuna produce anticuerpos contra el virus, un requisito básico para tomarlo en serio en la carrera de vacunas. Church afirma que ya hay algunos de esos estudios en curso en su laboratorio de la Universidad de Harvard, y Estep espera que los inmunólogos convencionales les ayuden. "Es un poco complicado, y no estamos listos para publicarlo", comenta Estep sobre las respuestas inmunológicas observadas hasta ahora.

El problema del riesgo
A pesar de la falta de pruebas, el grupo Radvac ha ofrecido la vacuna a un gran círculo de amigos y colegas, invitándolos a mezclar los ingredientes y autoadministrarse la vacuna nasal. Estep ha perdido la cuenta de exactamente cuántas personas han probado la vacuna. Y detalla: "Hemos entregado el material a 70 personas. Tienen que mezclarlo solos, pero no hemos hecho un informe completo sobre cuántos lo han probado".

Uno de los coautores del libro blanco de Radvac es el voluntario y director de Eventos en la fundación sin ánimo de lucro que Estep creó para estudiar la depresión Ranjan Ahuja. Tiene una enfermedad crónica que aumenta su riesgo frente a la COVID-19. Aunque no sabe si las dos dosis que se administró le han generado inmunidad, cree que es su mejor oportunidad de protección hasta que se apruebe una vacuna.

Estep opina que administrarse la vacuna peptídica, incluso sin aprobación, es una forma legítima de reducir el riesgo. Y detalla: "Estamos ofreciendo una herramienta más para reducir la posibilidad de contagio. No sugerimos que las personas cambien su comportamiento si usan mascarillas, pero la vacuna sí que proporciona varios niveles posibles de protección".

"Si una persona lo hace y se lo administra a sí misma, la FDA no puede detenerla".

Sin embargo, al distribuir instrucciones e incluso suministros para una vacuna, el grupo Radvac opera en un área legal gris. La Administración de Medicamentos y Alimentos de Estados Unidos (FDA, por sus siglas en inglés) requiere autorización para probar los nuevos medicamentos en forma de una aprobación de un nuevo medicamento en investigación. Pero el grupo Radvac no solicitó el permiso de la agencia, ni ninguna junta de ética dio el visto bueno para el plan.

Estep cree que Radvac no está sujeto a supervisión porque los miembros del grupo mezclan y prueban la vacuna por sí solos, y no hay dinero de por medio. "Si una persona lo hace y se lo administra a sí misma, la FDA no puede detenerla", asegura Estep. La FDA ha respondido a las preguntas sobre la legalidad de esta vacuna.

Estep afirma que el grupo buscó asesoramiento legal y que su libro blanco comienza con amplias renuncias de responsabilidad, incluida una declaración de que cualquier persona que use los materiales del grupo asume "total responsabilidad" y debe tener al menos 18 años de edad. Entre los que Estep destaca que aconsejaron al grupo está la abogada e investigadora de ética en Geisinger Health System, Michelle Meyer. En un correo electrónico, Meyer respondió que no quería hacer comentarios.

Dada la atención internacional sobre las vacunas contra la COVID-19, y los altos intereses políticos que rodean la crisis, el grupo Radvac podría acabar siendo investigado por los reguladores. Church señala: "Lo que la FDA quiere controlar es algo grande, que haga promesas o gane dinero. Y lo nuestro no tiene nada que ver con eso. En cuanto nos plateemos eso, la FDA tomará medidas de forma justificada. Además, hay que llamar la atención para que actúen. Pero hasta ahora no hemos recibido mucha atención".

Autoexperimentación
Según Siber, experimentar en uno mismo con vacunas contra la COVID-19 no tendría ninguna posibilidad de obtener la aprobación de ética en ninguna universidad de EE. UU. Pero reconoce que existe una tradición entre los vacunólogos de inyectarse a sí mismos como una forma rápida y barata de obtener los datos. Siber lo ha hecho en más de una ocasión, aunque no recientemente.

La posibilidad de acelerar la investigación hace que la autoexperimentación se vuelva más tentadora. Ya hemos visto informes de científicos chinos que se administraron a sí mismos sus propias vacunas contra la COVID-19. El investigador de la Universidad de Tubinga (Alemania) y cofundador de la empresa CureVac, Hans-Georg Rammensee afirma que se inyectó una vacuna de péptido contra la COVID-19 en el abdomen a principios de este año. Le causó una hinchazón del tamaño de una pelota de ping-pong y una profusión de células inmunológicas a través de su sangre.

Rammensee explica que lo hizo para evitar la burocracia y obtener rápidamente algunos resultados preliminares sobre una vacuna que se está desarrollando en su universidad. Lo considera aceptable porque es un "reconocido experto en inmunología" y entendió los riesgos e implicaciones de su acción. El investigador detalla: "Si es alguien como yo, que sabe lo que está haciendo [lo hace], está bien, pero sería un crimen que un profesor le diga a un postdoctorado que lo haga". Afirma que Alemania no tiene reglas claras sobre estos asuntos, dejando los autoexperimentos en una zona gris de acciones que, según él, "no están prohibidas pero tampoco están permitidas".

Como hay más personas involucradas en el proyecto Radvac, las autoridades pueden verlo de una manera diferente, ya que podrían considerar que el grupo está operando un ensayo clínico no autorizado. En las últimas semanas, Estep y otros miembros de Radvac han empezado a hacer público su trabajo y a contactar a sus conocidos para animarlos a participar.

"Él me llamó y me preguntó: '¿Lo quieres?', y yo le respondí; 'No'"

Un directivo en biotecnología de Boston a quien Estep le ofreció la vacuna y que pidió permanecer en el anonimato porque no querría que lo relacionaran con ese esfuerzo, cuenta: "Es verdad, es un buen científico, pero yo no haría lo que él está haciendo. Me llamó y me preguntó: '¿Lo quieres?', y yo le respondí: 'No'. '¿Quieres que te lo envíe?', Le dije: 'No, no voy a hacer nada con eso, así que no lo desperdicies conmigo'. Cuanto menos sepa, mejor".

Independientemente de si los reguladores intervienen o no, e incluso si la vacuna resulta un fracaso, la vacuna DIY contra la COVID-19 ya está cambiando las actitudes de quienes la usaron. Hoekstra asegura que desde que se administró dos veces la fórmula en su nariz, se mueve de una manera diferente por un mundo "inseguro".

El analista, quien se unió al grupo después de dejar su trabajo diario debido al confinamiento, señala: "No voy lamiendo los pomos de las puertas. Pero es una experiencia increíblemente surrealista saber que puedo ser inmune a este peligro constante [y] que mi existencia durante esta pandemia será un conjunto de datos útil. Ofrece una especie de significado y propósito".

Le pregunté a si podía unirme al grupo y recibir la vacuna también. "Es una invitación abierta", me respondió.

miércoles, agosto 05, 2020

COVID19 - TRANSMISION HUMANO A ANIMAL


Aunque los primeros grupos de neumonía atípica se reportaron en Wuhan, China, esto no necesariamente significa que este sea el sitio en donde el coronavirus pasó de los animales a los seres humanos, dijo este lunes el Dr. Michael Ryan, director ejecutivo del Programa de Emergencias Sanitarias de la OMS.
Ryan destacó que se tiene que realizar "un amplio estudio epidemiológico retrospectivo" para comprender completamente los vínculos entre los casos.
Ryan hizo énfasis en la necesidad de iniciar estudios sobre los primeros grupos (de contagios) humanos reportados con el fin de buscar sistemáticamente "el primer indicio de que se cruzó la barrera entre especies animales y humanas" antes de pasar a los estudios sobre la parte animal.

LA INGENIERIA EN EL PERU


LA INGENIERIA EN EL PERU


El 15 de junio 2020, escribi en este portal, sobre mi preocupacion relacionada con los Acuerdos Gobierno a Gobierno, Peru-Reino Unido.
No era un descuerdo con el aporte de gerenciamiento de proyectos, sino mas bien que tambien estaba implicito, la incapacidad reconocida de la organizacion del Estado Peruano, que tiene un importante numero de recursos humanos, en organismos de Gobiernos Locales, Regionales y Nacionales, asi como organismos descentralizados y autonomos, como OSCE, CONTRALORIA, INADE. Es decir, pagamos un alto costo de estas organizaciones, para gerenciar los proyectos, que finalmente no podemos y tenemos que recurrir a gobiernos extranjeros. Se realizo en los Panamericanos y se dijo que quedariamos con profesionales y ejecutivos peruanos, preparados para proseguir con los modelos de contrato colaborativos NEC4 en adelante. Pero el 15 de junio se anuncio otro paquete de Proyectos, a traves de un nuevo acuerdo de gobierno a gobierno; y se dice que tambien incluira capacitacion a nuestros profesionales y ejecutivos.
En el mensaje del 28 de julio, se ha anunciado que se firmaran nuevos acuerdos por otros paquetes de Proyectos.
Lo cierto, que el tema de capacitacion, es falso. No se capacita a casi nadie. O por lo menos asi parece.
Es inadmisible, que tengamos profesionales extranjeros, para construir pequeños hospitales, colegios, canales de riego. Es decir, no solo los directivos en la gerencias, sino tambien en los mismos contratistas ejecutores.
Ya tiempo atras, adverti de los riesgos en las privatizaciones de empresas electricas. Hoy 2020, tenemos consecionarios colombianos y españoles, en transmision electrica; que realizan sus ingenierias con sus connacionales; y la construccion, con profesionales y empresas de sus paises.
Estube en Colombia, el 1989, cuando ellos construian la CH El Guavio de 1213 MW, a 120 kM de Bogota. En su contrato, los colombianos obtubieron compromisos reales de capacitacion en la fabricacion de las turbinas y generadores(En Fabricas nuevas en Barranquilla) y toda la ferreteria y conductores, fabricados en Colombia. Es la manera como se negocia con el extranjero.
En 1983-1986 en Ancash, dirigi la construccion de una Minicentral Hidroelectrica, de 500 metros de altura util (similar a CH Mantaro y CH Cañon del Pato), con profesionales de ingenieria y construccion, con profesionales jovenes peruanos(hasta la fecha opera).
Pero aca, no tenemos el empeño y compromiso politico de, ni siquiera concluir con las reformas politicas y judiciales, menos la reforma del Estado, achicando el tamaño de las organizaciones, volviendolas mas eficientes, reestructurando su composicion. Tenemos un Congreso, que funcionaba con 4,000 trabajadores totales y ahora tiene 3,000, pero reclaman aumentar a los 4,000.
LAS ORGANIACIONES CIVILES, COMO LAS PROFESIONALES DE INGENIERIA, DEBEMOS EXPRESARNOS EN VOZ ALTA.

COVID19 - LA TECNOLOGIA NO NOS HA SALVADO DEL CORANOVIRUS Y LA CULPA ES NUESTRA


MIT TECHNOLOGY REVIEW

LA TECNOLOGIA NO NOS HA SALVADO DEL CORANOVIRUS Y LA CULPA ES NUESTRA

La tendencia de Occidente de externalizar sus fábricas y dejar la responsabilidad de innovar al sector privado nos ha dejado sin mascarillas, respiradores artificiales y test de diagnóstico. Pero la historia demuestra que con financiación y apoyo público sostenido, la innovación puede volver a traer productividad.

La tecnología ha fracasado en su función más importante: mantenernos vivos y sanos. Mientras escribo esto, más de 380.000 personas han muerto por coronavirus (COVID-19), la economía global está en ruinas y la pandemia todavía sigue causando estragos. En la era de la inteligencia artificial (IA), la medicina genómica y los coches autónomos, nuestra respuesta más efectiva al brote ha sido la cuarentena colectiva, una técnica de salud pública prestada de la Edad Media.

El fracaso tecnológico más evidente está relacionado con la realización de las pruebas de diagnóstico. Los test de diagnóstico estándar para enfermedades como la COVID-19 utilizan la reacción en cadena de la polimerasa (PCR), una técnica química creada hace más de 30 años que se aplica habitualmente en los laboratorios de todo el mundo. Sin embargo, a pesar de que los científicos identificaron y secuenciaron el nuevo coronavirus a las pocas semanas de su aparición a finales de diciembre, que fue un paso esencial para crear un diagnóstico, la mayoría de países ha tenido dificultades para ofrecer pruebas de PCR de uso generalizado. Incluso se han visto casos de compras de test que posteriormente se descubrió que no funcionaban.

Además, los hisopos nasofaríngeos de 15 centímetros, necesarios para llegar hasta el punto más profundo de la nariz de una persona con el fin de recoger muestras para los test de PCR, también escasearon, al igual que los reactivos químicos obligatorios para procesar las muestras. En las primeras semanas críticas, cuando el coronavirus aún se pudo haber contenido, muchas personas, enfermos graves incluidos, no pudieron acceder a pruebas de diagnóstico del virus mortal. Incluso cuatro meses después de la pandemia, EE. UU. todavía no está equipado para realizar test masivos y frecuentes, algo necesario para poner fin de manera segura al confinamiento general.

Además de la escasez de test, la fragmentación de los sistemas de recogida de datos de salud pública hizo que los epidemiólogos y los hospitales supieran muy poco sobre la propagación del contagio. En tiempos de big data en los que las empresas como Google y Amazon utilizan todo tipo de información personal para sus operaciones de publicidad y compras, las autoridades sanitarias tomaban decisiones a ciegas.

Por supuesto, la escasez de pruebas de diagnóstico y datos no fue lo único que condenó a tanta gente. Tampoco había respiradores ni mascarillas de protección suficientes, ni fábricas para producirlos. "La pandemia ha arrojado mucha luz sobre cuánta capacidad de fabricación de Estados Unidos se ha externalizado", destaca la experta en la producción industrial de la Universidad Carnegie Mellon (EE. UU.) Erica Fuchs.

¿Por qué la dominante industria tecnológica y el gran sector biomédico estadounidense no fueron capaces de proporcionar todo esto? Es tentador limitarse a culpar a la falta de acción de la administración Trump. La economista y experta en gestión de la Universidad de Harvard (EE. UU.) Rebecca Henderson afirma que muchas empresas que la Administración fuera quien movilizara los esfuerzos y estableciera las prioridades. Explica: "Yo seguía pensando: 'Centremos la atención de Estados Unidos en los test y lo conseguiremos'. Esperaba que eso sucediera". Pero nunca ocurrió: "Sencillamente hubo un vacío", añade.

Pero Henderson y otros expertos que en innovación señalan un problema más profundo que la falta de intervención del Gobierno. El ecosistema de innovación que antes era saludable en Estados Unidos, capaz de identificar y crear tecnologías esenciales para el bienestar del país, lleva décadas en declive.

La capacidad de cualquier país para inventar e implementar las tecnologías que necesita está determinada por la financiación pública y las políticas gubernamentales. En Estados Unidos, la inversión pública en la fabricación, nuevos materiales, vacunas y diagnósticos no ha sido una prioridad, y casi no existe un sistema de gestión gubernamental, respaldo financiero ni soporte técnico para muchas nuevas tecnologías de fundamental importancia. Sin eso, el país quedó desprevenido.

En cambio, como escribe Henderson en su libro Reimagining Capitalism, durante el último medio siglo, EE. UU. ha ido confiando cada vez más en el libre mercado para la creación de la innovación. Ese enfoque ha dado lugar a la riqueza de Silicon Valley y a las gigantes compañías tecnológicas que son la envidia de los empresarios de todo el mundo. Pero también ha significado poca inversión y apoyo a los sectores críticos como la fabricación y la infraestructura, tecnologías relevantes para las necesidades más básicas de cualquier país.

El libro de Henderson, aunque escrito antes del brote de la COVID-19, se publicó a mediados de abril, cuando la pandemia crecía en muchas partes de Estados Unidos. En él describe el papel que podrían desempeñar las empresas si abordan los grandes problemas como el cambio climático y la desigualdad, pero también documenta varias décadas de falta de apoyo al sector privado por parte del Gobierno en llevar eso a cabo. La autora asegura que en estos días se siente como si estuviera "viviendo el libro".

La parálisis de Occidente frente a la COVID-19 no solo ha condenado a cientos de miles de personas a una muerte prematura y dañado a las mayores economías del mundo, también ha revelado un profundo y fundamental fallo en la forma en su forma de abordar la innovación.

Fabricar lo importante
A los economistas les gusta medir el impacto de la innovación en términos del crecimiento de la productividad, en concreto, de la "productividad total de los factores (PTF)", la capacidad de obtener mayor producción de los mismos insumos (como trabajo y capital). El crecimiento de la productividad es lo que hace que las naciones avanzadas sean más ricas y prósperas a largo plazo. Pero la realidad es que, en la mayoría de los países ricos, esta forma de medir la innovación ha resultado pésima durante casi dos décadas.

Existen muchas teorías sobre por qué la innovación se ha desacelerado. Tal vez los tipos de inventos que antes transformaban a la economía dejaron de aparecer, como los ordenadores e internet, o el motor de combustión interna anteriormente. O a lo mejor aún no hemos aprendido a usar las últimas tecnologías, como la inteligencia artificial, para mejorar la productividad en muchos sectores. Pero un factor bastante probable es que, desde la década de 1980, los gobiernos de muchos países han reducido significativamente sus inversiones en tecnología.

Según el economista del MIT (EE. UU.) John Van Reenen, la financiación de I+D por parte del Gobierno de EE. UU. bajó del 1,8 % del PIB a mediados de la década de 1960, cuando estaba en su apogeo, al 0,7 % en la actualidad. Los gobiernos tienden a financiar las investigaciones de alto riesgo que las empresas no pueden pagar y de tal investigación suelen surgir las nuevas tecnologías transformadoras.

El problema de dejar que la inversión privada sea la única que impulsa la innovación consiste en que el dinero se inclina hacia los mercados más lucrativos. Los principales usos prácticos de la IA se han dirigido a optimizar la búsqueda web, segmentar anuncios, el reconocimiento facial y de voz y las ventas al por menor. La investigación farmacéutica se ha centrado principalmente en la búsqueda de nuevos medicamentos de gran éxito. Las vacunas y las pruebas de diagnóstico, tan desesperadamente necesarias actualmente, resultan menos lucrativas. Una mayor inversión gubernamental pudo haber incrementado esos esfuerzos.

Inventar nuevas tecnologías no es suficiente: el apoyo público también es vital para ayudar a las empresas a adoptarlas. Esto es especialmente cierto en los grandes sectores de la economía que se mueven lentamente, como la atención médica y la fabricación, precisamente donde el deterioro de las capacidades de EE. UU. ha sido más evidente durante la pandemia.

En una publicación de blog muy difundida, el pionero de internet e ícono de Silicon Valley Marc Andreessen lamentó la incapacidad de Estados Unidos de "construir" y producir suministros necesarios como mascarillas, alegando que "elegimos no tener los mecanismos, las fábricas, los sistemas para crear estos productos". Muchos estuvieron de acuerdo: Estados Unidos, con su fabricación deteriorada, parecía incapaz de producir productos como mascarillas y respiradores, mientras los países con un fuerte e innovador sector de fabricación, como China, Japón, Taiwán y Alemania reaccionaron mucho mejor.

Pero Andreessen se equivoca al definir la falta de voluntad para construir como una elección deliberada. Y la capacidad de un país para producir no es algo que se pueda revolucionar rápidamente. La reducción de la capacidad de fabricación en Estados Unidos ha sido causada por varios años de presiones del mercado financiero, por la indiferencia del Gobierno federal y por la rivalidad de las economías con salarios más bajos.

¿Adónde se fue todo el dinero?
Por Tate Ryan-Mosley

Los fondos federales de EE. UU. para I+D se han reducido. Esa es una de las causas del lento crecimiento de la productividad.

En Estados Unidos, el empleo en el sector de la fabricación disminuyó en casi un tercio entre 2000 y 2010 y apenas se ha recuperado desde entonces. La productividad en la producción ha sido especialmente baja en los últimos años. No solo se han perdido los puestos de trabajo, también el conocimiento integrado en una sólida base de la fabricación, y con eso la capacidad de crear nuevos productos y encontrar formas avanzadas y flexibles de producirlos. Durante años, Occidente cedió a China y a otros países su experiencia en la fabricación competitiva de muchos productos, incluidos los paneles solares y baterías avanzadas, y ahora resulta que ahí también se encuentran los hisopos y las pruebas de diagnóstico.

Ningún país no debería aspirar a producirlo todo, sostiene Fuchs, pero "Estados Unidos tiene que desarrollar la capacidad de identificar las tecnologías, así como los recursos físicos y humanos, que resultan fundamentales para la seguridad nacional, económica y sanitaria, e invertir estratégicamente en esas tecnologías y activos".

Independientemente de dónde se fabrican los productos, según Fuchs, los fabricantes necesitan más coordinación y flexibilidad en las cadenas de suministro mundiales, en parte, para no depender de unas pocas fuentes de producción. Eso se hizo evidente desde el principio de la pandemia. Por ejemplo, los fabricantes estadounidenses de mascarillas tuvieron dificultades para conseguir el suministro limitado de la fibra fundida por soplado necesaria para fabricar las mascarillas N95 que protegen contra el virus.

El problema se agrava porque los fabricantes mantienen pocas existencias, para ahorrar dinero, y suelen depender de envíos concretos de un único proveedor. La politóloga del MIT y experta en la fabricación avanzada Suzanne Berger afirma: "La gran lección de la pandemia es cómo hemos intercambiado la capacidad de recuperación por una producción de bajo coste y justo a tiempo".

Berger cree que el Gobierno estadounidense debería fomentar un sector manufacturero más flexible y apoyar la producción nacional invirtiendo en la formación de la fuerza laboral, en la investigación básica y aplicada, y en los organismos como los avanzados institutos de fabricación que se crearon a principios de 2010 para ofrecer a las empresas el acceso a las últimas tecnologías de producción. Y detalla: "Debemos apoyar el sector de la fabricación no solo para tener productos críticos como mascarillas y respiradores, sino también para reconocer que la relación entre la fabricación y la innovación es crítica para el aumento de la productividad y, a partir de ahí, para el crecimiento económico".

La buena noticia es que Estados Unidos ha tenido este debate durante otras crisis anteriores. Ya existe una guía de procedimientos a seguir.

Declarar la guerra al virus
En junio de 1940, el entonces director de la Carnegie Institution for Science de Washington (EE. UU.), Vannevar Bush, se reunió en la Casa Blanca con el entonces presidente del país, Franklin D. Roosevelt. La guerra ya estaba en marcha en Europa, y Roosevelt sabía que Estados Unidos pronto acabaría involucrándose. Como los economistas del MIT Simon Johnson y Jonathan Gruber escriben en su reciente libro Jump-Starting America, el país no estaba preparado, apenas era capaz de fabricar un tanque.

Bush le presentó al presidente estadounidense un plan con los preparativos para la guerra, ideado por científicos e ingenieros, y que dio lugar al Comité para la Investigación de la Defensa Nacional (NDRC, por sus siglas en inglés). Durante la guerra, Bush dirigía a unas 30.000 personas, incluidos 6.000 científicos, para gestionar el desarrollo tecnológico del país.

Los inventos resultantes de ese esfuerzo son bien conocidos, desde el radar hasta la bomba atómica. Pero como escriben Johnson y Gruber, la inversión en ciencia e ingeniería continuó mucho después del final de la guerra. "La principal lección, y ahora casi olvidada, del período posterior a 1945 es que la empresa privada moderna demuestra ser mucho más efectiva cuando el Gobierno ofrece un fuerte apoyo subyacente a la ciencia básica y aplicada y a la comercialización de las innovaciones resultantes", escriben.

Para Johnson,"lo que necesitamos claramente ahora sería" un impulso parecido para aumentar la inversión gubernamental en la ciencia y tecnología. Eso podría crear beneficios inmediatos tanto para las tecnologías cruciales para gestionar la actual crisis, con los test y vacunas, como para la creación de nuevos empleos y la reactivación económica. Johnson reconoce que muchos de los empleos creados serán para científicos, pero también habrá bastantes para los técnicos con formación y para otros cuyo trabajo se necesitaría para construir y mantener una amplificada infraestructura científica.

Esto es especialmente importante, según él, porque con una administración que se está alejando de la globalización y con poco gasto de los consumidores, la innovación será una de las pocas opciones para impulsar el crecimiento económico. "La inversión científica debe ser de nuevo una prioridad estratégica. Eso se ha perdido. Se ha convertido en algo sobrante. Hay que cambiar eso", afirma Johnson.

Johnson no es el único que opina así. A mediados de mayo, un grupo bipartidista de congresistas estadounidenses propuso lo que denominaron como el Proyecto de Ley de la Frontera Infinita, con el objetivo de ampliar los fondos para "el descubrimiento, la creación y la comercialización de los campos tecnológicos del futuro". Argumentaron que Estados Unidos no estaba "adecuadamente preparado" para la COVID-19 y que la pandemia "puso de relieve las consecuencias de una gran falta" de inversión en investigación científica. Los legisladores pedían 100.000 millones de dólares (casi 90.000 millones de euros) durante cinco años para apoyar una "gestión de tecnología" que financiaría IA, robótica, automatización, fabricación avanzada y otras tecnologías críticas.

Casi al mismo tiempo, los economistas Ben Jones de la Universidad de Northwestern (EE. UU.) y Pierre Azoulay del MIT publicaron un artículo en Sciencecalling sobre el "Programa de I+D contra la Pandemia" dirigido por el Gobierno estadounidense para financiar y coordinar el trabajo en todos los ámbitos, desde las vacunas hasta la ciencia de materiales. Jones considera que los posibles beneficios económicos y sanitarios son tan grandes que incluso pagarían por sí mismos las enormes inversiones para acelerar el desarrollo de las vacunas y de otras tecnologías.

El método de Vannevar Bush durante la guerra confirma que es viable, aunque la financiación debe ser sustancial, destaca Jones. Pero una mayor financiación es solo una parte de lo que se requiere, asegura. Esa iniciativa necesitará una autoridad central como la NDRC de Bush para identificar una variedad de nuevas tecnologías para apoyar, una función que falta en los esfuerzos actuales para abordar la COVID-19.

Lo que hay que destacar sobre todas estas propuestas es que están dirigidas a problemas a corto y largo plazo: piden un aumento inmediato de la inversión pública en la tecnología, pero también un mayor papel del Gobierno estadounidense en guiar la dirección del trabajo de los tecnólogos. La clave será gastar al menos parte del dinero de la gigantesca Ley de estímulo fiscal de EE. UU. no solo en impulsar la economía, sino también para reactivar la innovación en los sectores descuidados como la fabricación avanzada y fomentar el desarrollo de las áreas prometedoras como la IA. Henderson añade: "Vamos a gastar una gran cantidad de dinero, ¿podremos llevarlo a cabo de manera productiva? Sin rebajar el enorme sufrimiento que ha ocurrido, ¿podríamos aprovechar la situación vivida en la pandemia como una llamada de atención?".

"Históricamente, se ha logrado muchas veces", asegura. Además del esfuerzo de la Segunda Guerra Mundial, otros ejemplos incluyen a Sematech, la organización de la década de 1980 que revivió la industria de semiconductores en Estados Unidos, que tenía dificultades frente al creciente dominio de Japón, compartiendo las innovaciones tecnológicas e impulsando la inversión en el sector. ¿Podremos conseguirlo de nuevo? Henderson "espera que sí, aunque no es optimista".

La prueba del sistema de innovación estadounidense consistirá en si en los próximos meses será capaz de inventar vacunas, tratamientos y pruebas de diagnóstico, y producirlos a la escala masiva necesaria para derrotar a la COVID-19. Fuchs detalla: "El problema no ha desaparecido. La pandemia global será una realidad en los próximos 15 o 30 meses, y nos ofrece una oportunidad increíble para repensar la solidez de nuestras cadenas de suministro, nuestra capacidad de fabricación y la innovación que la rodea".

También será necesario reconsiderar cómo EE. UU. utiliza la IA y otras nuevas tecnologías para abordar los problemas urgentes. Pero para que eso suceda, el Gobierno estadounidense deberá asumir un papel de liderazgo en la gestión de la innovación para satisfacer las necesidades más apremiantes de la sociedad. Eso no se parece al Gobierno que Estados Unidos tiene en la actualidad.